Hasta 1909 el sistema de tracción utilizado fue el de sangre, y en ese año fueron electrificados, una vez formada una sociedad, con participación de capital belga, que aportó la financiación y la capacidad técnica necesaria para la transformación de la red.
Después de la guerra civil, durante el periodo de la Autarquía, se produjeron los mayores volúmenes de tráfico sobre unos elementos de explotación de imposible renovación, por la carencia de repuestos en los mercados nacional e internacional, cerrado este último a consecuencia del aislamiento padecido tras la segunda guerra mundial.
La caducidad de las concesiones, el deterioro de los elementos de la red apenas renovados, y la voluntad del Ayuntamiento de Gijón de sustituir los tranvías por un servicio municipalizado de autobuses, fueron las causas que explican la desaparición de los tranvías de Gijón, que rodaron por última vez en la ciudad el 10 de mayo de 1964.
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