Claudio Alvargonzález Sánchez (1816-1896)
A través de las enseñanzas náuticas del Real Instituto Asturiano fundado por Jovellanos inició Claudio Alvargonzález, siendo todavía niño, su maridaje con el mar. En 1835, con su ingreso en Cádiz como guardiamarina, se convirtió en un nuevo eslabón de la saga familiar en la Armada nacional. Sus años de aprendizaje transcurrieron en los duros azares de la primera guerra carlista, pues hasta 1839, permaneció embarcado en distintas unidades de la división naval del Cantábrico. Desde el empleo de alférez de fragata hasta el de capitán de navío recorrió un sinfín de destinos en la Península y Ultramar; entre otros el de jefe de la estación naval de La Habana, y el mando del vapor Fernando el Católico, con el que en 1853, en los albores de la era del vapor, realizó una de las travesías oceánicas más rápidas de la época entre Vigo y La Habana.
Con el grado de capitán de navío se le confirió, en 1861, el mando de la fragata de hélice Villa de Madrid, todavía en dique seco en el arsenal de La Carrara. Al mando de este buque se incorporó, en 1864, a la escuadra del Pacífico para participar en el bloqueo de las Repúblicas de Chile y Perú. Y fue, en la campaña del Pacífico, donde escribió las páginas más sobresalientes de su vida profesional, para honra de la Marina y de la patria. Campaña, la del Pacífico, que no tuvo sólo una vertiente militar, pues en la mejor tradición de los viajes científicos de nuestra Armada, sirvió también de apoyo a las investigaciones del sabio naturalista Marcos Jiménez de la Espada.
El 7 de febrero de 1866, en unión de la fragata Blanca, mandada por don Juan Bautista Topete, se enfrentó a la escuadra chileno-peruana en el combate de Abtao, lo que le valdría el sobrenombre popular de "héroe de Abtao"; y el 2 de mayo del mismo año, a las órdenes del brigadier Méndez Núñez, participó en el combate de El Callao. Acciones por las que fue recompensado con el ascenso a brigadier y el título de Benemérito de la patria.
El "primer lobo de mar de España", como lo califica Pérez Galdos en sus Episodios Nacionales, se retiró de servicio activo a su Gijón natal con motivo de las Revolución de 1868, a los 52 años de edad, tras 33 de servicio, de los que 30 estuvo embarcado, por fidelidad a sus convicciones monárquicas, en un momento prometedor de su carrera, cuando sus compañeros de armas alcanzaban la cúspide de la política y la milicia.
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