LA FORTALEZA DEL ESPÍRITU

La Fortaleza del Espíritu

« Una tempestuosa tarde hallábase caminando por la zona del puente colgante en la playa de Salinas. Se había acercado hasta el final, cruzando el puente y detenido allí a contemplar el horizonte, la línea; mar y cielo. A continuación, volviendo, detúvose en un punto desde el cual podía divisar extasiado todo lo largo de la playa en perspectiva: el cielo, los edificios, el paseo, la arena, el mar y el cielo otra vez, con densas, sosegadas e inquietantes nubes, prorrumpiendo el conjunto del paisaje con deshacerse, convirtiéndose en luz, color, potencia y energía; el pulso de la Creación tras los elementos.

» Y sintiendo semejante energía soltó el de Tun Kim:"Así que esto es impresionismo".

» Así fue que hubo tocado el principio del arte moderno, pasando de ahí a poco a su vertiente más profunda y avanzada, el expresionismo, sintiendo ese misterioso pulso al tiempo que realizaba sus obras. Continuando en su progreso, obrando sobre las leves distorsiones en la forma y el color en aras del sentimiento, del color y la forma del sentimiento característicos de la obra de Van Gogh, Munch, Daumier, Kirchner...

» Renato, permaneciendo en la línea de la Escuela de París de sus últimos tiempos, continuaba su trabajo, buscando la representación del mundo interior, del sentir del alma, más que de la visión del ojo. He ahí lo cual podríamos denominar como una de las principales características del arte moderno; una interiorización».

Continuando Luisma Berros una trayectoria semejante a la de este personaje de la novela La otra puerta, sin haberse detenido posteriormente demasiado en la Escuela de Nueva York (si acaso, más bien, en un análisis de las técnicas y posibilidades de efectos artísticos de las obras de sus miembros en un tiempo anterior a la formación de dicho grupo) y observando con oscilante escepticismo a las subsiguientes modas y nacimientos de nuevas artes plásticas incentivadas por medio del progreso de las nuevas tecnologías, de las cuales no reniega, pero no abandona el lienzo y el papel, pues no ve por qué, y cuanto menos cuando en la última obra le llega la fuerza del espíritu, la cual emerge prorrumpiendo sobre el espacio del lienzo, así como la vivencia, pincel en mano, de la substancialidad, como desprendida de la estela de los dioses.