ALBERTO JUNQUERA GONZÁLEZ
Las banales teorías de la imitación, que dominan nuestra estética gracias a la dependencia absoluta de los conceptos aristotélicos en los que se halla nuestra cultura, nos han vuelto ciegos a los valores psíquicos que son punto de partida y meta de toda producción artística. En el mejor de los casos hablamos de una metafísica de lo bello, dejando al lado todo lo feo, es decir, lo no-clásico. Pero junto a esta metafísica de lo bello existe otra superior que abarca el arte en toda su dimensión y que más allá de toda interpretación materialista se manifiesta en toda creación, ya sea en las tallas de los maoríes o en cualquier relieve asirio. Esta concepción metafísica se basa en la idea de que toda producción artística no es otra cosa que la constatación continua del gran enfrentamiento en que se encuentra desde los comienzos de la creación para todos los tiempos el hombre y su entorno. El arte no es más que una forma de expresión diferente de las fuerzas psíquicas, que ancladas en el mismo proceso condicionan el fenómeno de la religión y de las ideologías cambiantes.
Wilhelm Worringer (Abstraktion und Einfühlung, 1908)
La obra de Sixto Rodríguez Freire
A partir del año 65, Sixto Rodríguez comienza su andadura por el mundo de la escultura. Su obra puramente autodidacta forma un conjunto de gran plasticidad, que nos permite recrearnos en las figuras, en sus dimensiones y sus volúmenes. La madera, protagonista indiscutible de su obra, marca la pauta para trabajar y determina el comienzo. El autor se deja guiar por lo que ésta le puede sugerir, permitiéndonos entrar, así, en las tres dimensiones de la escultura. De esta manera las piezas representan en su mayoría figuras antropomorfas, repitiendo la figura femenina estilizada, combinando huecos y volúmenes que producen un efecto de movimiento.
En la selección de obras que presentamos, podemos descubrir que la materia prima, la madera, la obtiene en las playas en las que desembocan ríos más o menos caudalosos. Sobre ella la investigación realizada por el escultor permite observar el tratamiento de las formas y del color. Los tintes que utiliza en tonos marrones y negros, dan a las piezas un acabado perfecto que juega con las formas de las figuras. El resultado final es una obra sugerente que permite la elección entre piezas de muy variados tamaños que apetece tocar, lo que hace que sean más interesantes y cercanas al espectador.
Cecilia Alvargonzález
Claudio Alvargonzález, 16, 1º
33201 Cimadevilla - Gijón
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33201 Cimadevilla - Gijón
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